Una visión del mundo (o Weltanschaung) no es LA realidad, el conocimiento puro, sino que es una concepción, sesgada y parcial, del mundo que nos rodea. Esta visión está compuesta y formada por una serie de principios y valores que nos guían, nos encaminan hacia una meta o un objetivo y nos sirve para dar sentido al mundo. Hay distintos factores que influyen y producen esta concepción; entre ellos, el más relevante es, sin lugar a dudas, la sociedad en la que se vive. Sin embargo, estas son tan complejas y articuladas que es muy difícil entender lo que piensa cada individuo tomado singularmente. Además, cabe destacar una vez más que teoría y práctica se mezclan en un entramado tan complejo que es prácticamente imposible separar los dos ámbitos de actuación. Por último, cabe señalar que la visión del mundo a veces se superpone (e incluso opone) a la ciencia positiva, típica de las ciencias exactas. Estas dos forma mentis se han impuesto mutuamente como pensamiento dominante, pero actualmente el pensamiento positivo se ha definitivamente llevado la mayor atención. Esto es debido al hecho que, mientras que las visiones del mundo, como hemos visto anteriormente, son particulares (aunque si pueden ser socializadas), interpretativas, interpretables y, sobre todo, subjetivas, la ciencia positiva, en cambio, es medible, ponderable y, sobre todo, general y objetiva. Dicho esto, conviene destacar que un aspecto no excluye el otro, es decir el pensamiento positivo- científico puede ser tomado como punto central de la concepción del mundo, limitando así las reciprocas desventajas y otorgando a la visión subjetiva la objetividad que necesitaba. En este modo, por ejemplo, puede que se consideren los científicos como la mejor clase social.
Analizando ahora la visión materialista del mundo, formulada por los filósofos alemanes Friedrich Engels y Karl Marx, cabe destacar algunos aspectos fundamentales. En primer lugar, se trata de una Weltanschaung explicita, en el sentido que se plantea la liberación de la conciencia de cualquier atadura o constricción, lo que produce a su vez la liberación de la praxis, de la acción concreta. Esto provoca que, en segundo lugar, la concepción marxista del mundo admita solo y únicamente el materialismo como fuente de saber. Más especificadamente, ellos buscan el pensamiento real y concreto y no el metafísico o teorético. Todo esto implica, además, un fuerte inmanentismo, entendido como el principio según el cual la explicación de los fenómenos debe buscarse en otros fenómenos presentes en el mundo y no en instancias superiores, ajenas o extrañas al mundo. Esta es la esencia del materialismo más puro y genuino o más sencillamente del pensamiento real. Además, el marxismo se caracteriza por la dialéctica, que es sumamente útil a la hora de desarrollar y elaborar el pensamiento científico – positivo. En efecto, gracias a la dialéctica, los individuos consiguen eliminar todos aquellos factores irracionales que podrían estorbar la objetividad, de manera que sin la dialéctica no hay pensamiento científico. Esto se realiza gracias al utilizo de la racionalidad reductiva, que consiste en “simplificar” los conceptos, individuando los patrones comunes y unificándolos para que el pensamiento fluya con regularidad, homogeneidad y coherencia.
En conclusión, el pensamiento filosófico de Marx y Engels consiguió unir con éxito la visión (o concepción) del mundo con el pensamiento científico positivo (dominante en aquella época) y esto ha sido, sin lugar a duda, uno de los mayores éxitos conseguidos por los individuos, tanto que esta corriente de pensamiento sigue siendo discutida y debatida en los centros culturales a distancia de más de un siglo desde su formulación y elaboración.
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